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Es el Pijoaparte. Ha mandado a un chiquillo a por un paquete de Chester en el bar Delicias. P.39. 



Te veía pasar por delante de casa todas las noches, sobre todo este invierno último, cuándo ibas camino del bar, y siempre pensaba que eras diferente de los demás, no sólo más guapo, no sé, diferente, a pesar de que tu también juegas a las cartas con los viejos en el bar Delicias los domingos, en vez de ir al baile, a pesar de todo lo que se dice de ti en el barrio, y de tus amigos, el Sans y otros, que vendéis motos robadas y desvalijáis coches y que tu hermano os ayuda en el taller de bicicletas, ya verás lo que os va a pasar un día, ya verás, eso dicen, porque ¿de dónde sacáis el dinero? P.44.


Él nunca quiso decir dónde vivía, pero ella supo muy pronto cómo encontrarle: en el bar Delicias, junto a la estufa y jugando a la manilla con tres viejos jubilados –entre los que su juventud se avenía de una manera chocante -ensimismado, olvidando o despreciando quién sabe qué placeres a cambiose la sabiduría de las cartas y de los viejos, rindiendo con ellos un solemne culto al silencio y a la parsimonia de gestos y miradas, un ritual para el cual el joven del Sur estaba particularmente dotado, sobre todo en invierno, y cuyos motivos habría que buscar no sólo en el diaria trato con el frío, con el paro y la indigencia que pululan en los suburbios y que a él le eran familiares desde niño, sino también en el hecho de su rara disposición a la aventura,  frustrada en parte por el invierno, aquí se podía sustituir momentáneamente por hieráticas formas expresivas; con las cartas en la mano, o en la butaca de una fría platea de cine de barrio, invernando como una flor transplantada, evocaba lances en días más soleados y propicios: mientras sostenía las cartas, rumiando la jugada, ante sus ojos surgían a veces los uniformes de rayadillo, los delantales y las cofias colgando en la percha, bajo la luz rosada de un amanecer en la costa.
P.104.



Siempre, antes de entrar en el bar Delicias se daba unos toques al pelo y a la falda demasiado corta y una vez dentro se quedaba de pie junto a la puerta, a prudente distancia de la mesa de juego, quieta, avergonzada, juntando las rodillas con fervor deliciosamente obsceno, encantadoramente vulgar en su espera –deseando descaradamente pertenecer a alguien, allí estaba, exactamente igual que aquel día en la verbena, cuando le esperaba a él al fondo del jardín mientras le veía desembarazarse de los señoritos- hasta que Manolo notaba su presencia.  P.105.



<<Piensa mal y acertarás>>, le habían dicho en el bar Delicias, que en muchos aspectos era ciertamente un bar de cabreros.  P.236.



Tiempo después, algunas veces, en invierno, cuando él se pasaba tardes enteras en el bar Delicias jugando a las cartas cerca de la estufa con los viejos, la veía entrar y pedir un café con leche en el mostrador; bebía muy despacio, de pie, con sus ojos vacíos entornados y fijos en la mesa de juego mirándole por encima de los bordes de la taza (él siempre temía que acabara estrellándola contra el suelo, en casa lo hacía a menudo) y finalmente se acercaba a él para decirle: <<Deprisa, mi tío quiere verte>>, y escapaba corriendo.  P.238.



Y se alejó por la carretera en dirección al bar Delicias, con las manos en los bolsillos y silbando.  P.262.



Resultaba curiosa esta sensación de seguridad que experimentaba aquí, en medio de este orden y silencio confortables, en relación con la torpeza y dificultad cada vez mayor con que de un tiempo a esta parte se desenvolvía en su ambiente habitual, en su casa, en el mismo bar Delicias, o con el Cardenal y su sobrina ( recordó la última visita que les hizo, y lo malamente que había sacado dinero), era como si hubiese perdido parte de su influencia y de su poder frente a ellos, por negligencia, por descuido, una sensación como excesiva rapidez, de haber olvidado algo con las prisas, de haber cometido algún error que en el momento de la llegada (¿llegada adónde?) se lo iban a recordar y le pedirían cuentas. P.269.



Tal vez por eso, por su capacidad de concentración imaginativa ante la baraja, por su seriedad, su paciencia y su culto al silencio, los viejos adictos a la manilla le había acogido con agrado en su mesa del bar Delicias, desde que era jovencito. P.297.



Hoy mismo, a las tres de la tarde, al disponerse a pagar un café en la barra del Delicias, descubrió que sólo le quedaban cinco pesetas. P.299.



En las noches de verano, sentado con los jóvenes casados en la puerta del bar Delicias, el Rey del Bugui dejaba vagar la mirada a lo lejos, hacia las Ramblas y el barrio chino, invisible bajo el polvo luminoso que la ciudad arrojaba a la noche, y entonces a menudo pensaba en Manolo, pero nunca podía imaginárselo en situación de divertirse al estilo que él se había divertido, ni frecuentando los mismos sitios, ni yendo de <<burilla>>. P.300.



Tuvo que esperar durante más de tres cuartos de hora y se fumó medio paquete de Chester (a la cuenta sin pagar del Delicias) sentado en una de las grandes bolas de piedra que bordeaban el paseo de palmeras; pero luego todo fue muy rápido: aprovechando un momento que no pasaba nadie, montó en el sillín y puso el motor en marcha después de hacer saltar el candado. P.309.



Otras fisuras: noches alegres y cálidas del Monte Carmelo, algazara de vecinos, guapos muchachos en camiseta, románticos paseos a la luz de la luna, consignas sobre reivindicaciones laborales en el famoso bar Delicias… P.364.



Pasado el bar Delicias, unos niños jugaban en medio del arroyo, y, a la luz que salía de un portal, dos chiquillas cantaban cogiéndose de las manos:
El patio de mi casa
es particular,
se moja cuando llueve,
como los demás…
P.366.



<<Me gusta tu barrio –dijo-. Te invito a un carajillo en el bar Delicias>> << Se dice un perfumado>>, corrigió él, sonriendo. <<Pues eso, un perfumado –dijo ella-. Quiero un perfumado del Delicias.>> P.368.



<<¡Quiero un carajillo, quiero un perfumado! –entonaba ella tercamente-. Llévame al Delicias y luego volvemos aquí otro rato, ¿eh?>>, propuso con una sonrisa irresistible. P.368.

Pero de nada le iba a servir, porque cuando regresaban al coche, la muchacha quiso tomar una copa en el bar Delicias (aunque ya sin aquel entusiasmo de antes, alegando que la necesitaba para que se le pasara el susto). P.370.

Salió del bar Delicias precipitadamente y se dirigió a su coche. P.373.



He redactat una breu síntesi de la història del Bar Delicias a partir d’una entrevista que vaig fer a un client habitual del local  que va desvetllar-me com aquest havia anat evolucionant a la vegada que el temps passava. Per assegurar-me que la informació fos fidel a l’època que tracta la novel•la, l’home entrevistat era un ancià. 


El Delicias és un negoci familiar, tot i que ha estat traspassat quatre cops en total. Avui dia està en mans de dos germans des de fa relativament poc temps, un any aproximadament. La data d’inauguració del local no se sap amb exactitud, però si que és segur que va ser abans dels anys 50. El que és una incògnita avui dia, i que caldria preguntar als primers propietaris del local per saber-ho, és d’on li ve el nom.


El local ha anat canviant a mida que el temps ha anat passant i ho ha anat fent segons la societat ha anat avançant, així ens ho assegura l’entrevistat. Ens diu que, quan el local va obrir les seves portes, temps en que el barri del Carmel on aquest se situa estava envoltat de barraques, oferia exclusivament tapes. L’entrevistat explica, també, que en els anys en que es va donar la revolució industrial, el local va fer un gir  força gran i tanmateix ho va fer la societat. Com abans he explicat, el restaurant canviava a mida que la societat ho feia, així, amb el canvi de costums d’aquesta, es va anar incorporant al bar la qualitat de restaurant: s’oferien menús, hi havia carta, barra...Les tapes, però, van seguir sent de gran rellevància i, amb especialitat, les patates braves. Aquestes són considerades típiques del local ja que es diu que són de gran qualitat.

El Bar Delicias

Comparativa​

El Bar Delicias sobre els anys 70. Font:  V.A.  Narratives urbanes. La construcció literaria de Barcelona. Barcelona : Arxiu històric de la ciutat, 2008 i Fundació Antoni Tàpies, 2008.

El Bar Delicias el juliol del 2012. Font: Pròpia.

Cites del Bar Delicias a Últimas tardes con Teresa

Si comparem la fotografia anterior amb l’actual, podem veure que, òbviament, el local i l’ambient s’han modernitzat amb el pas del temps. No tan sols el local ha variat, sinó que també ho ha fet l’ambient de manera que on abans trobàvem una mula ara és impensable. Altres aspectes tals com la indumentària de les persones evidencien el període de temps que separa aquestes dues fotografies. El local era més precari abans (no hi havia parets de totxanes ni finestres decorades...) de la mateixa manera que també ho era el barri on s’hi troba.


Considerant tot això, crec que aquest lloc ha patit un canvi i una gran evolució, tal i com apuntava l’entrevistat.

Institut Juan Manuel Zafra

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